Los Bosques

La historia de los sueños – aquellas ficciones recobradas en el acto de dormir- es también el relato de la inquietud que ellos mismos provocan en las diferentes culturas. Proceso mental involuntario, el sueño ha sido objeto de distintos significados e interpretaciones: representando la comunicación entre un ser superior y sus creyentes, o bien el resultado de viajes interdimensionales a universos paralelos o quizás premoniciones del futuro. En la Grecia Clásica Heráclito consideraba que el sueño tenía significado sólo para cada soñante mientras Platón conjeturaba un mundo de sueños que apresaba a los humanos en una caverna. En el Occidente de la revolución industrial, el sueño se ligó a la productividad y al ritmo biológico; se condenaron estados como la somnolencia o la vigilia exacerbada. Entonces aparecieron nuevas ideas: en la ciencia Freud, toma el partido del inconsciente, un área de nuestra psique que ordena el pensar y el sentir; Allan Hobson y Robert Mc Carley se pronuncian por el cerebro como generador de estados oníricos, que tratan de ordenar a través de un proceso fisiológico. A su vez, Hall y Van Castle concluyen que no hay diferencias muy notables entre los sueños de personas pertenecientes a distintas culturas. Lo cierto es que soñamos con aquellos objetos, sentimientos, personas o personajes que frecuentan nuestra experiencia cotidiana. Y procedemos a su metamorfosis onírica. Así, los sueños cuentan con el valor estético de una experiencia que no deja de guardar nuestro asombro. Tal como diría Borges: «el sueño es una pequeña obra de teatro, la primera forma del drama con varios personajes”. Y es en el espesor dramático de las metamorfosis oníricas, que intentaremos descubrir 8 territorios ajenos y sacros, adentrándonos en 8 personas que sueñan y que, en su vigilia se constituyen como 8 figuras diversas de su sociedad de pertenencia. En fin, 8 personajes que junto al poeta Walter von der Vegelweide podrían preguntarse: «¿He soñado mi vida o fue verdadera?” En un mundo de metamorfosis violentas, vertiginosas, en que la realidad se desvanece ensueños y los sueños devienen reales, este ritual tecnológico ofrecerá a lxs espectadorxs el acceso a un sinnúmero de figuras que relevan el inconsciente de sus protagonistas. Figuras que, mediadas por la propia figura del artista, cobrarán formas dramáticas haciendo posible que el sueño se independice del territorio íntimo del «soñante» para indagar el enigmático ejercicio de nuestras propias ficciones inconscientes.